jueves, 8 de diciembre de 2011

Despertar. 1

Me despertó el olor a rancio de orines viejos y un mareo súbito azoto mi cuerpo, no estaba sola, me sentía tambaleante pero cuerpos me rondaban, podía sentirlos. No podía abrir los ojos, no sé donde estaba pero había mucha luz a mi alrededor conseguía percibirlo a través de mis párpados. Finalmente me armé de valor y abrí los ojos ¿dónde estoy? y quiénes son estas personas, mi corazón se acelera me sigo sintiendo tambaleante y pesada parecen mortajas, pero no, no están muertos, son seres humanos, en verdad son seres humanos, debajo de todo eso... ¿qué hago yo aquí? no consigo recordar nada, me incorporo tanto como me es posible y me doy cuenta que...¿quién soy yo? tampoco lo recuerdo, sólo sé que no pertenezco aquí, no puedo articular palabras, ellos tampoco, inhalan algo, me temo que tal vez esté en el mismo estado mortecino que ellos.
Al fin consigo ponerme de pie, avanzo torpemente, veo unas vías de tren estoy en la calle, sigo sin recordar nada, ni siquiera quien soy, sólo sé que no encajo, vomito no puedo más con esta peste, me huelo y soy parte del olor a podrido.
-eeeyy- finalmente salen sonidos de mi boca, nadie me escucha, necesito esforzarme más que esto si me interesa saber qué está pasando y quién soy.
-eeeeeeeeeeeyyyyy, alguien- aún puedo pronunciar palabras eso me hace feliz; siguen sin hacerme caso, creo que tal vez sí me escuchan pero no me atienden, están como en otro mundo, camino me es más fácil ahora, camino por sobre las vías y alguien me grita, mi cuerpo se estremece, como si hiciera frío, es un tremor fuerte desde las costillas hasta las manos, todo es tremor, me sostengo de una pared larga es un gran muro que protege la zona, las vías, no sé dónde estoy, y mi tremor me está matando me sostengo, creo que pierdo la conciencia por un instante o por una eternidad, no sé no importa, cuando reaccioné, ya no había luz pero seguía recargada al muro, y por las vías del tren un perro dormía cerca de mí, el olor penetrante permanecía recordé que yo era parte del olor penetrante, suspiré penosamente, y consideré que siendo realista ese no era el peor de mis problemas, sentí el rugir del hambre, me puse en pie, si permanecía ahí seguro moriría, caminé sin rumbo fijo, mi objetivo era alejarme de esas vías y ese paredón, odiaba no saber donde estaba, odiaba tener hambre, odiaba todo en esa situación, pero el atisbo de conciencia que me quedaba me obligaba a ponerme en marcha y resolver el misterio o al menos no morir como perro.

Finalmente llegué a una calle con fábricas o bodegones, supongo que ya era tarde, no había nadie aunque viendo las cosas con un poco más de claridad comprendí que tal vez todo estaba abandonado lo que me hizo sentir más triste aún, ya había perdido toda esperanza, supuse que había sucedido un holocausto, tanto se había escuchado al respecto -tuve un recuerdo, sé cosas- y al decirme eso, me enfrente con no recordar nada más y con una calle llena de autos, caminé sobre la acera no conseguía pensar mucho salvo que mi estómago dolía y me pedía comer algo tentalee mis piernas buscando bolsillos o dinero, o algo y me di cuenta que sólo tenía un pantalón rosa muy sucio, holgado y sin bolsillos, comencé a tomar consciencia sobre mi ropa, un suéter verde, no llevaba sostén y en mis pies apenas unas sandalias, me resultaba un tanto absurdo y otro tanto sorprendente que después de tanto andar, apenas y reparara en lo que estaba usando, pero me temo que eso no me iba a quitar el hambre ni la desolación, ni la miserable realidad de no tener un quinto, ¿qué comería?, seguí caminando y sólo pensaba que ya lo habría de resolver, a unos cuantos metros vi que un hombre dejaba un vaso con alguna bebida caliente sobre un teléfono público, esperé a que se fuera y me acerqué, a tomarlo, al principio sentí un poco de repulsión pero mi estómago y mi olor me recordaron que no era momento de hacerle caso a mi orgullo, bebí un sorbo, era café estaba tibio aún, y reí bobamente, orgullo, cuál orgullo, si ni siquiera sé quién soy o donde estoy, me lleve el vaso conmigo, tal vez luego me sirviera de algo, no se me había quitado el hambre pero al menos ya no me sentía morir.

Seguí avanzando, no tenía rumbo no tenía destino, y tal vez no tenía identidad, otra vez el tremor, me dije que no quería quedarme en la calle, no otra vez, no quería desmayarme, dormir, morir cualquiera que fuera de esas no quería ninguna, me así fuertemente de un poste y respiré profundo di el último sorbo del café del vaso y continúe mi camino.

-¡Mila!, ¡Mila!-
Escuchaba una voz aproximarse, mientras gritaba, el llamado se volvió más intenso y chocó conmigo, una chica, delgada y desarrapada (con qué cara decía yo esas cosas), usaba un suéter gris y unos pantalones cortos, unas botas industriales con cordel corto la lengüeta salía desenfadadamente. Nos miramos de frente y nos analizamos, ninguna dijo nada, era como si hubiera olvidado su búsqueda.

-¿Quién eres?- me dijo con una mirada muy extraña.
-No lo sé- respondí porque en verdad no lo sabía.
-Eres igual a mí pero mayor-
No entendí de qué hablaba, y supuse que se refería a la mugre. Me sujetó fuertemente de un brazo y me llevó a una ventana, después comprendí que quería que viera el reflejo, y vaya que esa chica tenía razón, nos veíamos iguales, acaso yo mayor que ella, ella no pasaba de 15 y yo al parecer no llego a los treinta.
-¿Qué está pasando?- pregunte y al tiempo que lo hacía sentí el tremor más intenso que el anterior, y de repente sólo sentí mi cuerpo desplomarse nuevamente.


sábado, 20 de agosto de 2011

Basura

En días como hoy, no debería salir del recogedor, guardarme en el bote y nunca salir de la bolsa, hasta que mi materia haya cambiado de estado y el hedor a miedo y la peste a ansiedad hayan desaparecido, hoy me mosqueo, se me carcomen los ojos de lágrimas que sólo caen hacia adentro, duele no llorar, indigna hacerlo, respirar con las ratas, palpitar entre bolsas y papeles; hoy ese es mi sitio, hoy no tengo casa, hoy vivo en el abismo.

viernes, 19 de agosto de 2011

Principio.

El sol ilumina diferente, el alma regresa al cuerpo, las cosas han cambiado; hoy tú eres tú y yo soy yo, suena absurdo pero sabes que es verdad, fueron días raros donde eramos como leones en juego de niños, enjaulados en papel sin letras, incapaces de contar historias, con la respiración contenida y sin forma, hoy ERES y SOY de nuevo; con los pulmones, el alma y los ojos donde deberían.